lunes, 23 de agosto de 2010

Con la cesta solidaria

¿Es posible el comercio justo donde abunda la injusticia? ¿es posible el comercio minorista donde el intercambio monetario es mínimo? El sábado 21 un grupo de Viviendas para los sin Techo recorrió la comarca de Julio Moreno en el interior de la prefectura de Santa Elena acompañando a los miembros de Hogar de Cristo del proyecto La Cesta de Rosita. Este proyecto consiste en la venta de bolsas de comida con los productos básicos: arroz, harina, avena, sal, aceite, leche en polvo o margarina por 10 dólares sin comisión para Hogar de Cristo. Además la organización se compromete en subir a estos pueblos una o dos veces al mes para venderlo y así ahorrar el coste de desplazamiento. Esa bolsa, en un Mercadona o Vidal de Gandía vale 14 euros, unos 16 dólares. Por tanto, teniendo en cuenta que el sueldo medio es de 200 dólares y las familias son mucho más grandes, la mayoría del presupuesto mensual se gasta en comida.

En esa comarca a 40 kms de Guayaquil, pero a dos horas de viaje por pistas de barro en un 4X4 lleno de caballos, solo crece el maíz y la ciruela. La mayoría de los hombres trabajan de lunes a viernes en las minas o en las plantaciones de maíz lejos de sus familias y vuelven el fin de semana para beber y tirarse a la bartola mientras sus mujeres se encargan de todo. Cada pueblo tiene una pequeña escuela de primaria (hasta los 12 años) pero solo el más grande, Julio Moreno, unos 2000 habitantes, tiene colegio. El director de una de las escuelas, la de Subeybaja (adivinen por qué) nos dijo que solo un 60% de los niños iba al colegio de secundaria.

Volviendo a La Cesta Solidaria, lo que Hogar de Cristo pretende es reducir los costes para las familias reduciendo intermediarios pero esto complica mucho las cosas, porque los intermediarios, aquellos que tienen la tienda del pueblo, son parte de la comunidad y en aldeas de 80 habitantes por ahorrarte un dólar no vas a enfadarte con la mujer de tu hermano o la prima de la novia de tu hijo. De cualquier manera el suministro necesitado en estas zonas es muy distinto del que necesita la Perimetral. En el campo, hay fruta y hay animales, hay maíz y huevos, pero lo que falta es el alimento principal de cualquier familia del Ecuador: el arroz. Los ecuatorianos desayunan, comen y cenan arroz blanco junto a otras cosas y es por eso, por lo que las bolsitas (funditas en el lenguaje local) no deben subir paquetes pequeños de arroz sino por quintales. Por último esta el tema del tiempo. Para nosotros en España es ideal el reparto a domicilio, pedimos pizzas y comida china, por falta de tiempo o por vagancia, pero entendemos que nuestro tiempo vale dinero y que al ahorrarlo podemos hacer otras cosas. Este concepto en esta zona del interior no es comprensible porque no se desea no tener cosas que hacer. Una vez al mes, las viudas y las familias pueden bajar a la capital de prefectura (Santa Elena), a cobrar el Bono Social (unos 35 dólares) que el gobierno da a las familias más necesitadas, todas las de esta zona. Salvo que alguien les acerque gratuitamente (que todo puede ser) un taxi les cobra 4 dólares por llevarlas y traerlas a la ciudad. Allí cobran el bono, comen fuera, pasan un día con sus amigas, compran todo lo que puedan y vuelven a sus aldeas donde los taxistas les cobran hasta un dólar por cada funda (bolsa) que traen. Pero es que ese es su día. ¿de qué le vale a una señora que unos voluntarios españoles o chilenos les suban el arroz, la leche en polvo y la pasta de dientes a su aldea de Cerro Buenavista si de todas formas tiene que bajar por el Bono Social y perder un día? Y aunque alguien les cobrase el bono y les diera el dinero ¿es que hay un mejor plan un martes en Cerro Santa Ana que ir a Santa Elena de compras?


Lo cierto es que en estas aldeas se vive mejor que en los sectores de la Perimetral. Al menos en lo material y gastronómico, aunque dudo que la presión social de vivir en una aldea de cien habitantes que queda aislada 3 meses al año (en la temporada de lluvias no se puede viajar entre pueblos) todo el mundo lo pueda soportar. A la entrada de uno de estos pueblos, Juntas del Pacífico, hay un ídolo precolombino de más de seis siglos que nos saluda, y nos dice claramente que los europeos sobrevaloramos el tiempo y que para entrar en su comunidad nos adaptemos a ella como el agua se adapta al barranco.

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