jueves, 19 de agosto de 2010

Encerrar la pobreza




Imagínense a siete familias, hace 50 años, llegando en barca hasta la margen derecha del río Guayas (Guayaquil, Ecuador). No tienen nada, salvo sus pequeñas canoas para entrar y salir de su improvisado poblado. Se organizan como pueden: los hombres pescan, las mujeres cuidan de la casa y de los hijos, los manglares son el lugar escogido para hacer sus necesidades y aprovechan todo aquello que encuentran, cañas, chapas, telas y maderas, para construirse destartaladas casas que durarán lo mismo que la estación seca, o hasta el próximo temblor.
Ahora imaginen que el tiempo se detiene en esta comunidad. La ciudad de Guayaquil crece y crece, y las chimeneas y grúas del puerto comercial pasan a formar parte del paisaje que se vislumbra desde La Unión, que así es como se llama el pueblo. La contaminación aumenta y llega al río, reduciendo las capturas. Pero en este pueblo, nada ha cambiado en 50 años, salvo su número de vecinos: ahora, unas 150 familias con una media de seis miembros por hogar, todos con los mismos apellidos, forman esta comunidad que se encuentra sitiada, a un lado, por el río Guayas, y por otro, por el capitalismo depredador que reduce su espacio y acaba con el entorno natural de los manglares. Una empresa construye piscifactorías para la cría del camarón, y vigila de manera férrea sus propiedades con hombres armados a ambos extremos del camino de acceso a La Unión. Esta mercantil llega a un poblado olvidado y desconocido, construye un camino desde la autovía para facilitar el acceso, pero no hace nada salvo encerrar a sus habitantes. Mientras, el gobierno mira para otro lado.
Y todo esto, a apenas 10 km en línea recta del segundo puerto comercial más importante de América Latina.

2 comentarios:

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  2. Decia... que es muy cierto lo que manifiestas, el contraste con el supuesto "desarrollo" en A.L, salvo que de los puertos comerciales el de Guayaquil según la Cepal el 2009, ocupa el lugar noveno.

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