martes, 20 de noviembre de 2012

La infancia: el principio del fin de la pobreza


Un niño en una de las escuelas del sector periurbano de Guayaquil (Ecuador). Autor: Àlex Oltra.
Hoy, 20 de noviembre, se celebra el Día Universal del Niño y la Niña. Pero más que una celebración, debería ser una reclamación, una fuerte queja, un grito indignado y furioso que recorra toda la tierra.

En Gaza, una niña ve morir a sus padres bajo las bombas. Los recientes ataques contra población civil se han cobrado ya la vida de 26 menores de edad[1]; el resto corren el riesgo de quedar huérfanos o perder sus casas por culpa de la sinrazón.

Mucho más cerca, quizá en nuestro propio barrio, un par de hermanos se quedan en la calle por culpa de un sistema despiadado que castiga a los ciudadanos que sólo quieren un techo donde vivir y beneficia a las entidades que únicamente persiguen el lucro. En España no hay morteros destrozando edificios, pero existe artillería legal para arruinar vidas.

A miles de kilómetros de allí, en la periferia marginal de Guayaquil, una adolescente descubre que está embarazada. En Ecuador, el 17,4% de las niñas de entre 15 y 19 años ha sido madre[2]. En la última década, las cifras de embarazo adolescente en el país andino han crecido un 74%. Un fenómeno que está relacionado con los niveles de desnutrición y la tasa de abortos.

Cruzando el Pacífico, en un suburbio de Manila, un niño de 7 años hoy tampoco irá a la escuela. Tiene que ir a trabajar para ayudar a su familia. En Filipinas hay 5,5 millones de niños trabajadores, gran parte de ellos desempeñando tareas peligrosas[3].

Y un poco más allá, una niña nepalesa de 11 años es entregada en matrimonio. El aislamiento social y el analfabetismo será el precio que tendrá que pagar esta pequeña, víctima de la desigualdad de género y la pobreza[4].

Las guerras, el poder tiránico del dinero, el absentismo escolar, la violencia de género, los matrimonios precoces y el trabajo infantil son algunas de las lacras contra las que deben dirigirse las políticas de los gobiernos y las reivindicaciones de la sociedad. Porque actuar en beneficio de la infancia es el principio del fin del círculo vicioso de la pobreza. Y porque las niñas y los niños no han hecho nada para merecer este mundo. Ellos no han contribuido a hacerlo así; por el contrario, tienen en sus manos el poder para cambiarlo. En las nuestras está darles las herramientas para lograrlo.





[1] Fuente: www.rtve.es/agencias
[2] Censo de Población y Vivienda de Ecuador, actualizado en 2010.
[3] Fuente: Organización Internacional del Trabajo.
[4] Fuente: www.periodismohumano.com

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